Llevo unos días locos. Es lo que tiene el mudarse de casa.
Primero está la cuestión de logística. Averiguar qué es lo primero que voy a empaquetar, qué quiero reciclar, qué voy a usar, qué es lo más básico, etc. En esta ocasión, el tema del espacio es vital. Voy a un lugar chiquitín, a una habitación con historia personal.
Primero, me deshice de aquello que no iba a necesitar. El reciclaje en estos casos, viene de maravilla, ropa, muebles, distintos objetos...
Después, vuelta a mirar de nuevo la casa. Me pregunto, ¿y ahora qué, con qué me quedo? Así que cojo fuerzas, y vuelvo a la carga. Se van amontonando las cajas de cartón en la cocina, en el pasillo. Cajas abiertas, en espera de la cinta americana que las cierre. Al final, se trasladan a un lugar donde quedarán almacenadas hasta que llegue el momento de ser recuperadas.
Aunque en teoría debería haber más espacio y notar que he vaciado cosas, todo parece ser igual que antes. No doy crédito. Tanto trabajo y apenas se nota. Hay que seleccionar de nuevo.
Me encantan las plantas, y tengo que decidir cuál quedarme o regalar. Me han acompañado durante un gran tiempo y nos hemos hecho compañía mutua. Somos viejas conocidas. Finalmente, decido quedarme con cuatro y el resto regalarlas.
Nuevas cajas numeradas y cerradas llenas de zapatos, libros, apuntes, cartas, fotos, discos, campan por la casa. Toca el día de empezar a llevarlas al nuevo hogar. Poco a poco, las traslado. La casa empieza a mostrar un lado más frío, se nota el vacío dejado.
Mientras tanto, entre viaje y viaje de traslado, toca ir haciendo limpieza general, cortinas, tapicería, muebles... Me doy cuenta que utilizo las dos manos mientras limpio. Con una enjabono, y con la otra lo seco. Me asombro al ver que de una manera totalmente inconsciente uso las dos manos y además bien. Me digo, es curioso.
Todavía quedan muchas cosas por llevar, alguna que otra por empaquetar, reciclar. Dudas de si al final, me quedaré con eso o aquello. Y el tiempo avanza. Aparentemente estás en dos sitios a la vez, y al llegar a la que aún es mi casa, encuentro descanso, sueño y dolor en todos los músculos del cuerpo.
Van quedando ya menos días para el día D, no hay programada hora H. Miro las paredes y pienso que han pasado cinco años muy rápidos, no hay nostalgía, hay que mirar hacia delante. Quedan recuerdos, pero otros nuevos me están esperando. Es un aliciente, un reto.
Me siento en el sofá a descansar un rato y enseguida mi mente encuentra un paralelismo entre esta mudanza y mi vida. Limpias a fondo la cabeza de pensamientos, de actitudes; pronto la amueblaré de nuevas visiones o tal vez, sean las mismas pero desde otra perspectiva. El reciclar objetos, lo aplico a mi. Me escucho diciéndome, recicla aquello que ya no te sirva. No lleves contigo lo inútil, ve abierta a encontrar nuevas metas, nuevas sorpresas, nuevos recuerdos. Para ello hace falta tener sitio, hazlo. Tú puedes, que no te de pereza. Además es primavera, comienzas un nuevo ciclo, en un momento de energía vital y nueva. Y mientras limpiaba los muebles de la cocina estaba cantando contenta. Ya quedan menos días para el día D, ni aún no hay hora H.
La imagen de la foto es de un mandala mío que se llama Cuadraditos.